Por Osvaldo Navarro*
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Promediaba 1999 y el terrible accidente aéreo de Lapa nos conmocionaba a los cordobeses. El accidente había ocurrido en el aeroparque Jorge Newbery de Buenos Aires, pero la mayoría de las víctimas eran de Córdoba. Hacía menos de un mes que debutábamos como funcionarios en el gobierno provincial y pensábamos que desde el Estado debíamos dar una respuesta a las personas afectadas y sus familiares. Este intento terminó en una débil intervención y en la conclusión de que era necesario estar organizados y preparados para actuar en esas ocasiones.
Llegó entonces una nueva oportunidad: había que evacuar a pobladores de la ciudad de Balnearia, ya que el agua avanzaba sobre las viviendas y esta vez sí teníamos un equipo de profesionales alistado y coordinado con otras áreas y fundamentalmente con Defensa Civil de la Provincia. Luego sucederían nuevos eventos, como el tornado que afectó a barrio Residencial San Roque y Villa La Tela y los incendios forestales, entre otros.
Para dar respuesta se creó la Comisión de Salud Mental en Situaciones de Catástrofe, que está integrada por profesionales de salud mental del sector público de toda la provincia preparados para convocarse y dar respuesta en emergencias.
Actuar en situaciones de catástrofe requiere de profesionales adecuadamente entrenados, especialmente en emergencias y en atención primaria de la salud. También precisa el cumplimiento de normas de organización, que en nuestro caso incluye reportarse a Defensa Civil de Provincia o al área respectiva de la Municipalidad de Córdoba, en caso de que el evento ocurra dentro de la ciudad. Es decir: es de máxima importancia respetar la organización y prestar atención a quienes coordinan las acciones en el campo. Además de lo mencionado, es vital el desarrollo de protocolos donde se han tenido en cuenta las siguientes líneas de acción:
-Realizar previamente acciones de planificación y simulacros como forma de entrenamiento.
-Hacer una evaluación rápida de daños y necesidades de salud mental.
-Identificar al personal de primera ayuda, como coordinadores, socorristas y agentes comunitarios.
-Brindar atención especializada, reservada para casos más complejos. El objetivo es diferenciar los casos complejos de las reacciones emocionales normales.
-Capacitar en principios de atención psicosocial e intervención en crisis.
-Brindar primera ayuda emocional. Esta apunta a los agentes de la primera línea de contacto con las víctimas y sobrevivientes.
-Informar y orientar a la población.
Principios de actuación
Privilegiar lo comunitario y grupal sobre la atención individual.
Proveer atención en espacios comunitarios escuelas, centros comunales, albergues.
Evitar que el sufrimiento se torne un problema psicológico y la aplicación de etiquetas diagnósticas.
Restringir la hospitalización y el uso de psicofármacos.
Brindar seguridad ante el temor de nuevos desastres o réplicas.
Tener en cuenta los valores sociales religiosos y culturales, enfatizando el pronto regreso a la vida normal, evitando la revictimización.
Dejar como último recurso los albergues o refugios.
Identificar a los grupos más vulnerables para darles atención especializada. Entre ellos, los equipos de pronta respuesta que están en contacto con las víctimas.
Brindar ayuda humanitaria, satisfacer las necesidades básicas y establecer contextos seguros, como las primeras medidas de ayuda psicosocial.
Notificar muertes y desapariciones en forma individualizada y organizada.
Poner énfasis en las intervenciones psicosociales como forma de reparar el tejido social en casos de guerras y donde han ocurrido grandes violaciones a los derechos. Las actuaciones incluyen acompañamiento y dignificación de las víctimas, ayuda para el esclarecimiento de los hechos y facilitación del duelo.
Favorecer el retorno de los niños a sus actividades habituales y vincularlos a actividades lúdicas y deportivas. La atención varía según su edad.
Advertir a padres y maestros para identificar posibles modificaciones en el carácter y la conducta.
Facilitar espacios para la libre expresión.
Atender al niño en espacios abiertos y que le sean familiares.
Sumar a los jóvenes y mujeres en la contención del niño.
No forzarlos a hablar o expresar sus sentimientos.
No imponerles formas de comportarse o reaccionar.
Evitar psicofármacos y hospitalización.
Evitar la sobrecarga de ayuda profesional.
Tener en cuenta que en las situaciones de desastre se eleva la frecuencia de trastornos psíquicos y problemas como el consumo de alcohol y la violencia.
Identificar a aquellos grupos que requieran tratamiento especial.
Preparar a los servicios de salud mental para que estén preparados para receptar a las víctimas. En nuestro caso, los Equipos de Atención Comunitaria y los Servicios de Salud Mental de Hospitales Generales están dispuestos ante la voz de alerta de una situación de desastre.
Priorizar la reintegración de las personas a su vida habitual. El trabajo de Salud Mental no debe estar centrado en el trauma.
No permitir la intervención de grupos de apoyo o voluntarios en forma desordenada o indiscriminada.
Prever el trabajo a largo plazo después de la fase crítica, ya que las lesiones psíquicas no se curan tan fácilmente.
Desarrollar un plan de salud mental en situaciones de desastre a partir de principios flexibles y pragmáticos basados en la experiencia.
*Director de Programas de Salud Mental de la Provincia.
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